Habría que vivirlas y ponerlas en práctica. No solo habría que asimilar que efectivamente si uno se vengara de alguien no se restituiría nada. Que la venganza es un arranque irracional de coraje e impotencia.
Sino también confiar en que en algún momento se hará justicia. Y por lo tanto pensar en vengarse no tiene sentido. Controlar ese deseo de venganza no requiere de control físico, sino mental. La verdadera paz de la justicia no se obtiene cuando esta se ejecuta, sino desde que se sabe que la venganza no entregará nada y la justicia se hará sin saber cuando ni donde.
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